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Domingo, 17 de Abril, 2005
Historia del Golf en España
Historia del Golf en España (7): ¡¡Un deporte milenario!!

El golf español, a mediados de la década de los cincuenta, consiguió ser por fin milenario. No en cuestión de años, por supuesto –que todo llegará–, sino en otro registro hoy en día tan de moda para cuantificar el espectacular auge de este deporte en nuestro país: el número de federados.

Apenas 417 cuando se inició la citada década, la Federación Española de Golf estableció que la licencia federativa debía ser obligatoria para cubrir los posibles accidentes durante el desarrollo del juego, así como para establecer un control más riguroso de los handicaps de los jugadores.

Se trataba de que las competiciones fuesen lo más justas posible y que el handicap de los participantes en cada campeonato estuviese actualizado al máximo. De ahí que muchos jugadores que practicaban este deporte de forma ‘anómala’ a comienzos de los años 50, regularizaran su situación, propiciando que se alcanzase, en 1956, el listón de los 1.000 federados en España.

Nace la revista ‘Golf’

Apenas tres años antes, en concreto en agosto de 1954, se produjo otro acontecimiento histórico para el golf en España, el alumbramiento de la revista ‘Golf’, la decana de las publicaciones de este deporte en nuestro país. Promovida por la Federación Española –lo mismo que ésta que tiene entre sus manos cincuenta años después–, nació con vocación mensual, si bien ese listón sólo lo alcanzó en febrero de 1955, ya más consolidada.

Como afirmaba el Marqués de Bolarque –por entonces Presidente de la Federación– en el editorial del primer número, se trataba de ofrecer al federado y al aficionado al deporte en general un órgano de difusión de las excelencias del golf en nuestro país. En aquel entonces, hay que reconocerlo, las dificultades eran máximas, y no existía rubor en reconocerlo. “Lo que ya en el mundo es deporte popular, indicado como la más saludable medicina para aquellas personas que realizan un fuerte trabajo intelectual, es por el contrario en nuestra Patria considerado como deporte elegante, accesible únicamente a las clases privilegiadas”, se escribía textualmente en aquel primer número de la revista ‘Golf’, empeñada, según sus responsables, en destruir cuanto antes ese concepto clasista.

La popularización, ya entonces, era uno de los principales objetivos federativos, una dinámica que tardaría bastantes años en concretarse, pero que ya a mediados de la década de los cincuenta constituía una de las razones de ser de la Federación Española de Golf.

Aunque fuese mínimamente, otras cuestiones de ámbito puramente deportivo contribuían en la siempre complicada tarea de atraer la atención de los aficionados que no practicaban este deporte. Habría que destacar, en el seno de un bloque bastante amplio, la exitosa presencia del equipo español que participó en el Match Pentagonal de carácter internacional de 1954. Aquella competición constituía el embrión del actual Campeonato de Europa por Equipos, un torneo hoy en día de gran raigambre que en aquel entonces, sin embargo, sólo contaba con la participación de cinco países.

En aquel año la organización corrió a cargo de la Federación Francesa, cuyo Presidente, Jacques Leglise, eligió el New Golf de Deaville para que se desarrollase la prueba, un buen campo, complicado la mayoría de las veces debido a la presencia de un viento variable pero perenne procedente del cercano Canal de la Mancha, lo que modificaba radicalmente las condiciones de juego de una jornada a otra.

Una competición vibrante

El equipo español, como el resto de participantes –Portugal, Italia, Suiza y Francia como anfitrión–, acudió cinco días antes del primer encuentro oficial, tiempo más que prudencial para familiarizarse con el campo, un par 72 de ‘rough’ duro y alto con greenes de todas las características posibles.

El desarrollo de la competición resultó vibrante, con mención especial para la actuación del conjunto español, capitaneado por Enrique Maier y formado para la ocasión por S.A.R. el Conde de Barcelona –que tenía handicap 5–, Luis Rezola, Juan Antonio Arana, Iván Maura, Ricardo Santos, Ricardo Gómez Acebo, Álvaro Rezola y Juan Antonio Andreu.

No en vano, España concluyó su participación en segundo lugar tras los anfitriones galos, distinguiéndose como el único equipo capaz de ganar a los a la postre campeones en un torneo en el que se enfrentaban todos contra todos por el sistema de liguilla. Dado el número impar de participantes, para determinar el conjunto que debía descansar se realizó un sorteo que resultó perjudicial para los intereses españoles, ya que se dio la circunstancia de que España tuvo que jugar los cuatro primeros días de forma consecutiva, enfrentándose curiosamente a partir de entonces contra aquel que le había correspondido descansar en el día anterior.

Un cómodo triunfo ante Portugal (6.5 puntos a 2.5), otro más comprometido ante Francia (5 a 4), un inoportuno tropiezo ante Italia (3 a 6) y un empate ante Suiza a 4.5 puntos tras protagonizar un intensísimo y emocionante duelo resumen una actuación convincente que llevó a los españoles hasta la segunda plaza, con mención especial para la calidad y determinación de Iván Maura –campeón de España en 1952 y 1953, uno de los mejores jugadores europeos del momento, que acababa de ganar el Internacional de España Amateur y la Copa Puerta de Hierro–, la regularidad y efectividad de Enrique Maier, la potencia en el juego largo de Luis Rezola, la habilidad de S.A.R. el Conde de Barcelona en el juego corto y la experiencia de Juan Antonio Arana, siempre una referencia para los tres noveles del grupo, Ricardo Santos, Ricardo Gómez Acebo y Álvaro Rezola, que debutaban en las lides internacionales.

Regocijados por el buen resultado cosechado en Francia, en clave mucho más doméstica se realizaban otras acciones para popularizar el golf en nuestro país. Destacar, entre ellas, la iniciativa de disputar una competición simultánea en varios campos de España en pos de un Trofeo donado… por la Real Federación Española de Fútbol. El empuje del balompié, ya entonces, era irresistible, pero resultaba curiosa esta hermandad puntual con objeto de poner en práctica un principio destacado mediante un recuadro en aquel número 1 de la revista ‘Golf’: “El golf hace olvidar las preocupaciones y aparta los negocios de la mente. Aumenta la camaradería con los amigos, la mutua comprensión, el trato y la cordialidad entre los contrincantes”. Bien mirado, cincuenta años después hay que suscribirlo.

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