Hay gestos que engrandecen el espíritu de este de deporte, y más si cabe, cuando quien los realiza es muy joven, tan solo 11 años, como el protagonista de este caso. Sucedió el pasado Torneo Jesús Rodríguez Rey, Miguel Rodríguez Lamana (para quienes le conocemos Miguelín), encabezaba la clasificación alevín después del primer día de competición, y afrontaba la segunda jornada con muchas posibilidades de conseguir el triunfo. Al salir en las últimas partidas le toco sufrir el aguacero que se desató al finalizar la jornada, debido al agua caída el guante que llevaba le resultaba inútil para sujetar el palo, y este se le escapó de las manos en un par de ocasiones. Lo cierto es que afronto el hoyo 18 con dificultad, pero logro solventarlo con un 7 en su tarjeta que le permitía lograr la victoria, al tener varios golpes de ventaja sobre su inmediato perseguidor. Recibió el trofeo que le acreditaba como ganador y se fue para casa. Pero los jugadores de golf tenemos tan metido el juego en nosotros, que como muchos otros y cuando ya se encontraba en la cama, repaso mentalmente todos y cada uno de los golpes ejecutados en el día, y por más que repasaba el hoyo 18 le salían 8 golpes en lugar de los 7 que había firmado. Desconsolado acudió a su padre para decirle que ese trofeo no le pertenecía puesto que había entregado un resultado más bajo del que realmente había realizado. Al día siguiente puso en conocimiento del Comité de la Prueba lo sucedido, y con gran pesar por parte de los miembros de dicho Comité, fue descalificado y por lo tanto desposeído del título de campeón de la categoría alevín. Todos sabíamos del gran jugador que es y que seguramente será, pero a partir de ahora todos sabremos que además de un gran jugador estamos frente a un gran deportista, y aunque joven, un caballero. Muchas gracias Miguel por darnos a todos esta lección de deportividad.